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7 de febrero de 2011

Agentes de Medio Ambiente custodian una Doñana de bolsillo en pleno Málaga.

Mientras la A7 produce un zumbido monótono y no demasiado lejano y los niños del colegio de Guadalmar salen al recreo, en la desembocadura del Guadalhorce entre 70 y 80 especies distintas de aves crían, viven o repostan durante su migración. Desde la malvasía, hasta águilas pescadoras, pasando por lechuzas, avetorillos, garzas, gaviotas, cigüeñas de varios tipos, págalos, alcatraces...

Un lugar que el tiempo ha rehabilitado en el urbanizado litoral costero malagueño que guarda un impensable catálogo de especies en sólo 68 hectáreas. Algo así como un Doñana de bolsillo custodiado por la torre de control del aeropuerto y con la ciudad como límite. Un pequeño aleph animal sordo en Málaga, venerado por los ornitólogos y necesario para la fauna de un país que ha perdido el 70% de sus humedales.

Entre el río y su nuevo cauce se han quedado varias islas que conforman un lugar perfecto para el desarrollo de un pequeño hábitat que se ha convertido en lugar idóneo para que decenas de especies críen, pasen el invierno o sólo descansen algunos días durante sus viajes desde África a parajes de Rusia, Gran Bretaña, Francia o viceversa. La malvasía es un tipo de pato de los que a finales de los años 70 sólo se contaban algo más de un par de decenas en todo el mundo y aún hoy están en peligro de extinción. Dicha especie lleva ya diez años criando en el paraje del Guadalhorce y bastantes lo han tomado como hogar.

Es sólo un ejemplo. Como la malvasía existen otras especies con poblaciones raquíticas visibles a un salto del centro de Málaga. «Hay un águila pescadora que está anillada en Alemania y pesca todos los días en estas lagunas. También hay águilas calzadas, cernícalos, halcones y más depredadores», explica Antonio Tamayo, Agente de Medio Ambiente, experto en ornitología, que se congratula de postales tan poco esperadas como la de los cormoranes durmiendo en las ramas de los árboles al atardecer.


Ambos lados de la reserva están flanqueados por el Guadalhorce que, beneficiado por las depuradoras instaladas en los últimos años y el trabajo de los servicios de los Parques Naturales Protegidos de Andalucía, tiene entre la fauna de su desembocadura también galápagos, pequeños carnívoros –jinetas, meloncillos– o incluso nutrias. Todo un ecosistema que tiene como amenaza a los perros asilvestrados, las malas acciones de los visitantes o la inclusión de especies que no son autóctonas.

«La cotorra argentina ha tomado el casco urbano de Málaga, pero aquí no ha entrado», manifiesta Tamayo, que también advierte de la presencia de tres lechuzas en el paraje. El agente medioambiental controla los anillamientos que se realizan en el paraje y los animales que llevan alguna señal que indique su procedencia. «Un mosquitero musical anillado aquí, siete días después estaba en Inglaterra», reconoce.

En la mar, satisfecha la desembocadura, las gaviotas andan tranquilas por la superficie hasta que los págalos –una especie de gaviota– las levantan mientras devoran su comida. Los intrusos viven de lo que las gaviotas regurgitan y conforman un sistema de recolección de alimentos poco habitual, que rompe estereotipos y anima el ambiente en la playa que se mantiene natural, con el ramaje que trae la corriente del río. Inédito, al natural, casi increíble en la masificada Costa del Sol.

Fuente: elmundo.es

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