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13 de marzo de 2014

Agentes de Medio Ambiente: el CSI del monte en la busqueda de venenos #AAMM #AAFF

El uso de venenos en el campo sigue siendo una práctica habitual con fines ganaderos y cinegéticos contra lo que trata de luchar la brigada y unidad canina especializada de Málaga.

Ganaderos y cazadores tradicionalmente han impuesto sus propias reglas en el campo para controlar a los depredadores que suponen una amenaza para las especies ganaderas y cinegéticas. El uso de cebos envenenados de forma indiscriminada ha sido siempre la práctica más extendida en las zonas rurales sin medir las macabras consecuencias que eso implica para otros animales, muchos protegidos que caen en la trampa que termina en un trágico final.

Hace ya más de 20 años que la utilización de veneno, en su mayoría productos fitosanitarios prohibidos por su peligrosidad, para impregnar trozos de carne que sirvan como cebo se considera una práctica ilegal tipificada como delito y que conlleva penas de dos años de cárcel y multas de hasta 300.000 euros. Pero ni siquiera eso disuade a los autores de esta masacre no selectiva contra numerosas especies.

Quebrantahuesos, alimoches, jinetas, buitres, aves rapaces, zorros y perros suelen caer con relativa facilidad ante la suculento cebo mortal que encuentran en zonas donde a los ganaderos o los cazadores no les interesa que se acerquen.

La Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía fue pionera en intentar atajar este problema con la puesta en marcha hace diez años de la llamada estrategia para la erradicación del uso ilegal de cebos envenenados, para lo que se formaron brigadas especializadas en investigación de este tipo de casos entre los Agentes de Medio Ambiente y se crearon las unidades caninas -hoy en día sólo una para toda la comunidad- entrenadas a conciencia para detectar estos cebos.

Son como los C.S.I del campo y su trabajo resulta crucial para la prevención, concienciación y el esclarecimiento de la muerte no selectiva de todo tipo de animales. José Luis Ojeda es Agente de Medio Ambiente y miembro de la Brigada de Investigación de Envenenamiento de Fauna de Málaga, de la que forman parte otros siete compañeros, confirmó que lejos de estar erradicada esta práctica "sigue siendo muy habitual en el campo".

La Serranía de Ronda y la comarca norte de la provincia de Málaga son los puntos más calientes y en los que se centran la labor de esta unidad. Linderos, senderos de uso público, salidas de madrigueras, alrededores de fincas o de cotos de caza son los lugares normalmente elegidos para la colocación de estos cebos. "Por lo general suele hacerse con fines cinegéticos y ganaderos, pero también se dan casos relacionados con rencillas entre vecinos a los que les molestan los perros de unos u otros, con el correspondiente riesgo que eso supone para cualquier otro animal e incluso para las personas", dijo.

Por suerte, señaló Rocío Guerrero, otra de las componentes de esta brigada, que "a veces hay gente que nos suele avisar cuando saben de la colocación de estas trampas, muchas veces por simples venganzas, pero de un forma u otra siempre nos llega información".

Tanto la brigada como la unidad canina actúan según un calendario programado de inspecciones periódicas con carácter preventivo en aquellas zonas consideradas más conflictivas, donde su sola presencia sirve de medida disuasoria. Pero también cuando surgen casos en los que hay que intervenir de forma inmediata. Es el caso del parque Los Tres Jardines, en San Pedro de Alcántara, hasta donde el pasado jueves se trasladaron los Agentes de Medio Ambiente y la unidad canina en busca de algún elemento venenoso que pudiera explicar el misterioso capítulo sucedido el pasado fin de semana cuando un niño alimentó a su perro con una seta recogida en dicho parque cerca del área de juegos y que acabó con la vida de la mascota.

Puma, una pastora belga malinois de cinco años de edad, fue la encargada en esa ocasión de rastrear todo el recinto en busca de algún indicio de veneno. Este periódico tuvo la posibilidad de ver en vivo cómo trabaja esta experta olfateadora en el rastreo de la zona. Pero no encontró nada sospechoso.

Esta perra forma, junto a otros cuatro canes, la unidad canina especializada de la Consejería e Medio Ambiente para luchar contra lo cebos envenenados. Raúl Martín es el guía canino que los acompaña y adiestra en esta delicada labor que para estos animales no deja ser un juego.

Con apenas dos meses de vida los perros, previamente elegidos por su predisposición al trabajo, ya están en condiciones de comenzar el adiestramiento que normal se suele prolongar hasta los dos años, tiempo en el que adquieren su especialización mediante el reconocimiento de hasta un máximo de cinco olores para los que se le va a entrenar. A esa edad, según explicó Martín, ya están preparados para empezar a trabajar y "su vida efectiva puede durar entre los cuatro y los ocho años".

Su mayor motivación para cumplir con la tarea que se les encomienda es la recompensa que esperan recibir por ello, como una pelota, un mordedor, comida o simplemente agua. Son muchas las horas de entrenamiento y constancia diaria las que necesitan, aseguró el guía canino, para que asocien estas reglas y conseguir que cuando encuentren el objetivo ladren, se sienten o se tumben para indicar el lugar exacto que permita a los agentes de medio ambiente examinar la zona en busca de pruebas.

Aunque el riesgo es muy alto para estos perros por la peligrosidad del tipo de sustancias con las que trabajan. Antes de cada búsqueda, el guía les coloca un collar vibrador que teledirige a distancia para evitar que se coman el cebo envenenado que encuentran, "pero no siempre es posible evitarlo y algunos caen en la trampa", aseguró. Siempre lleva consigo agua oxigenada, carbón activo y atropina para poder atender al perro de forma inmediata en el caso de que ingiera el veneno.

Su apoyo a los Agentes de Medio Ambiente en esta lucha resulta fundamental y juntos forman un equipo perfecto y coordinado que ha permitido esclarecer casos realmente complicados, en muchas ocasiones con la colaboración también del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil. Hace tan sólo unas semanas que esta brigada concluyó una investigación que se saldó con la incautación de 300 artes de caza furtiva y la denuncia de dos personas por su relación con esta práctica ilegal en dos cotos de caza propiedad de una misma sociedad de cazadores de Sierra de Yeguas.

Antonio Valero, técnico de medio ambiente de la Junta en Málaga, explicó que "es una tarea ardua y laboriosa que requiere una gran precisión para poder demostrar que una persona ha usado ese veneno para matar a un animal". Pero los Agentes de Medio Ambiente recurren a métodos y medios de investigación como si de cualquier caso de homicidio se tratara. La unidad forense también de la Junta supone un apoyo en estos casos y también el centro de análisis y diagnóstico, situado en Málaga y único en toda la comunidad donde se llevan las muestras de los cebos y los animales que permiten demostrar la causa de la muerte.

Fue gracias a este laboratorio especializado como se pudo demostrar la autoría de un pastor de Castril (Granada) en el envenenamiento de un quebrantahuesos y por lo que fue condenado en firme. En ese caso, las pruebas de ADN realizadas tanto al quebrantahuesos como a la carne envenenada que había ingerido permitieron corroborar que el pastor había usado como cebo a una de sus ovejas muertas y que fue impregnada de veneno.

También por las pruebas de ADN se consiguió identificar el gallinero de donde procedía la carne de pollo que se utilizó como cebo envenenado por el que murió un lince ibérico en Andújar (Jaén).

Cualquier prueba es válida. Nunca bajan la guardia.

Fuente: malagahoy.es

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